Mostrando entradas con la etiqueta Ospina. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ospina. Mostrar todas las entradas

lunes, 5 de octubre de 2009

De El país de la canela de William Ospina...

"Es eso que has dejado lo que persigues, si quieres saber lo que eres, tendrás que preguntárselo a las piedras y al agua, si quieres descifrar el idioma en que hablan los brujos de tus sueños, interroga las fábulas que te contaron la primera noche ante el fuego. Porque no hay río que no sea tu sangre, no hay selva que no esté en tus entrañas, no hay viento que no sea secretamente tu voz y no hay estrellas que no sean misteriosamente tus ojos. Dondequiera que vayas llevarás esas viejas preguntas, nada encontrarás en tus viajes que no estuviera desde siempre contigo, y cuando te enfrentes con las cosas más desconocidas, descubrirás que fueron ellas quienes arrullaron tu infancia".

De El país de la canela de William Ospina...

"Más bien yo diría que hay algo en el hombre que quiere volver al dolor, que se complace en ceder al peligro y en entregarse de nuevo al demonio que ya una vez estuvo a punto de atraparlo. Has escapado a la muerte tantas veces que crees que ella se ha olvidado de ti, has tatuado tantas cicatrices en tu cuerpo, que piensas, como los guerreros de la selva, que cada cicatriz es apenas una mancha más para el tigre. Algo en mi sangre me dice que lo que destruimos era más bello que lo que buscábamos.".

De El país de la canela de William Ospina...

"Pero yo muchas veces me he dicho que el destino abunda en esas experiencias en que se entra por puertas magníficas a vacíos horrendos, en que se empiezan con grandes palabras unos silencios indescifrables, y creo que los incas guardaban realmente en ese santuario algo indecible. Una divinidad secreta hecha de espera y de ansiedad, de expectativa y de frustración, de ambición y de desazonado fracaso, una divinidad que no estaba en el final del camino sino en cada uno de sus pasos, tejida de sensaciones y de pensamientos, de búsquedas precisas y de hallazgos borrosos.
...El santuario fue concebido para que hasta la frustración de hallar al dios fuera falsa, para que su malestar fuera apenas la réplica de otro malestar, porque este dios venía de la noche anterior al origen, y estaba en este sitio antes del templo mismo, antes de las horas que precedieron a la víspera de la creación.
Uno cree saber lo que busca, pero sólo al final, cuando lo encuentra, comprende realmente qué andaba buscando. Y bien podría ser que lo que rige el destino del hombre no sea Cristo ni Júpiter ni Alá ni Moloch sino Pachacámac, el dios de los avances hacia ninguna parte, el dios de la sabiduría que llega un día después del fracaso.".

viernes, 25 de septiembre de 2009

De El país de la canela de William Ospina...

"...Y el mundo de los incas vivió con espanto la profanación de su rey. Para los invasores era la muerte de un rey bárbaro, pero para los incas era el sacrificio de un dios, el Sol se apagaba en el cielo, los cimientos de las montañas se hundían, una noche más grande que la noche se instalaba en las almas. Y aún más grave que la muerte del rey fue esa fiesta insolente, cuando los invasores arrasaron sala por sala, muerto por muerto y trono por trono la memoria del reino. Un caudal de talismanes y embrujos, de sabidurías y rituales fue obliterado, y siglos de piadosas reliquias se convirtieron en fardo de saqueadores, en rapiña, en riqueza.".

lunes, 21 de septiembre de 2009

De El País de la Canela de William Ospina...

En Flandes, en 1547, Teofrastus me lo explicó todo. "Nos dieron la diversidad del mundo", me dijo, "pero nosotros sólo queremos el oro. Tú encontraste un tesoro, una selva infinita, y sentiste infinita decepción, porque querías que esa selva de miles de apariencias tuviera una sola apariencia, que todo en ella no fuera más que leñosos troncos de canela de Arabia. Anda, dile al designio que hizo brotar miríadas de bestias que tú no quieres ver más tigres. Dile al artífice de los metales que sólo estás interesado en la plata. Dile al demiurgo que inventó las criaturas que el hombre sólo quiere que sobreviva el hombre. Ve y dile al paciente alfarero que modela sin tregua millones de seres que tú solo quisieras ver un rostro, un solo rostro humano para siempre. Y dile al incansable y celeste dibujante de árboles que sólo te interesa que un árbol exista. Es eso lo que hacemos desde cuando surgió la voluntad. Apretar en el puño una polvareda de estrellas para tratar de condensarla en un sol radiante. Reducir a la arcilla las estatuas de todos los dioses para alzar de su masa un dios único, desgarrado de contradicciones, atravesado de paradojas y por ello lastrado de imposibles".

lunes, 1 de junio de 2009

De Ursúa de William Ospina...

"...Tengo historias para llenar las noches del resto de mi vida y busco a quién contárselas, pero ésa es mi desgracia. En estas tierras ya nadie sabe oír las historias que cuento. Todos están demasiado ausentes, o demasiado hambrientos o demasiado muertos para prestar atención a los relatos, aunque sean tan hermosos y terribles como los que yo sé. Otros hablan mil lenguas distintas y no entienden la mía. Y a otros no les gustan las narraciones de hombres de guerra, ni de barcos perdidos, ni de batallas libradas en los mares estrechos de Europa, ni de conventos aferrados a las paredes de las serranías. Pero también conozco otras historias: de animales que caminan por el cielo, de árboles que piensan y de magos que se transforman en jaguares. Sé de la enfermedad de la belleza y sé de la canción para curar la locura, sé del modo como llegaron los hijos de las águilas y sé del modo como los embera se cubren el cuerpo de nogal y de achiote para celebrar sus alianzas con el río y el árbol. Mis historias son tantas que ni el más hondo cántaro podría contenerlas.".