"El médico le puso una inyección en el brazo y le aseguró que ya no sentiría deseos de llorar, que todo pasaría y que lo que tenía que hacer era olvidar.
No se equivocó. Muy pronto el bosque del otro lado del río recobró su apariencia habitual y en el cielo, que volvía a ostentar un limpio color azul, se dibujaba hasta el último árbol. El río se calmó. Y muy pronto, después de la inyección, también Iván se liberó de su angustia. Ahora estaba tranquilamente tumbado mirando el arco iris que se había desplegado en el cielo.
Así permaneció hasta bastante tarde, sin darse cuenta de que el arco iris se había disuelto, el cielo entristecido y descolorido y el bosque ennegrecido."
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